Para salir adelante, es preciso saber que hay algo que debe ser dejado atrás. En un mundo de siete billones de personas, no es casualidad que determinadas caras se crucen por tu vida. Que los mismos ojos te puedan hacer temblar de llanto o de risa. 


Se supone que después de haber vivido algo feo, algo horrible e irreparable, las cosas salen bien. "Luego de la tormenta sale el sol". Es así como lo reconocemos. Pero, ¿qué pasa si el sol no viene, si esperamos días, meses, años enteros esperando que algo bueno ocurra y nada pasa? Creo firmemente que uno debe buscar lo bueno también y que estando quieto y negándose a todo nada ocurre...pero qué pasa cuando uno realmente lo intenta, cuando da todas sus energías y expectativas en que las cosas comiencen a funcionar? El Sol tiene que venir, tiene que acercarse. Y nada ocurre. 
Y uno entiende que hay que esperar, ser paciente, que quizás no apredió lo que realmente vivió. Pero uno espera e idealiza ese sol y nada.
Quizás hay que vivir cada etapa y sentimiento, dure lo que dure, hasta que como por arte de magia, sin esperarlo ni idealizarlo, llegue el Sol.
Y toda la mierda que nos pasó se empieza a cicatrizar.





Siempre pensando que estás capacitado para juzgar, confiando en tu criterio de moral. No supiste ganar, tantos años persiguiendo la victoria para no saber manejarla. Esta vida es un casino. El clima, la tensión. El temor de dar un paso en falso que arruine un proceso. La facilidad con la que una mala decisión puede dejarte vacío; la facilidad con la que un error elimina cualquier buena acción. Abandonás el juego seguro para arriesgar. Confiás en que cualquier cambio va a ser para bien. Y no calculás el margen de error, esa mínima posibilidad de que, jugando todo, quedes sin nada.