Dicen que los cambios son la base de nuestra existencia, lo que nos catapulta siempre hacia nuevos retos, lo que rompe nuestro horizonte y nos obliga a salir del letargo de nuestra feliz rutina. Dicen que nuestra capacidad de adaptarnos a ellos estará siempre ligada a los niveles de felicidad a los que podemos optar, que es necesario no tener demasiado apego a lo que tenemos, que hay que querer a las personas con fecha de caducidad. Dicen que todo sirve para crecer, para aprender algo nuevo, para desarrollar nuevas capacidades. Pero ¿qué pasa cuando todo funciona ya? ¿qué ocurre cuando sientes que estás en el lugar apropiado? ¿dónde ir cuando esa habitación azul dice que ya tienes todo lo que deseas?
Pues sucede que te vas, a donde toque, a cualquier casa vacía, a la que antes o después acabarás por llamar hogar. Y te adaptas, suples las carencias que la vida te deja de la mejor manera que puedes. Pero mientras toca añorar un poco lo que tenías, al principio con pena, luego con fe en que esa tristeza se convierta en un recuerdo cariñoso, y poco a poco vas llenando el agujero negro que sientes dentro del pecho.
Pero tan poco a poco que todavía sigo girando las manecillas del reloj por si podemos ir hacia atrás…
Pues sucede que te vas, a donde toque, a cualquier casa vacía, a la que antes o después acabarás por llamar hogar. Y te adaptas, suples las carencias que la vida te deja de la mejor manera que puedes. Pero mientras toca añorar un poco lo que tenías, al principio con pena, luego con fe en que esa tristeza se convierta en un recuerdo cariñoso, y poco a poco vas llenando el agujero negro que sientes dentro del pecho.
Pero tan poco a poco que todavía sigo girando las manecillas del reloj por si podemos ir hacia atrás…