Dice que le da igual todo, pero miente. En realidad está sufriendo. Y espera que ocurra algo mágico, espera ver bengalas de colores, o fuegos artificiales. Espera que algo la saque de esa maldita situación, o estado, en que se encuentra. Espera a la patrulla de salvamento. El problema es que a la vez que espera, ha dejado de creer en la magia. Es como esperar a los Reyes Magos o al Ratoncito Pérez, cuando ya tienes 9 años. Sabes que no vendrán, que no existen. Pero eso lo sabes racionalmente. El corazón, de alguna manera, no deja de esperarles. Por si acaso. Una espera desesperada. Una pérdida de fe absoluta e implacable.
Yo soy de esas que ahora mismo tendría que meter el dedo en la llaga para creer en algo..